miércoles, 15 de marzo de 2017

1977. ETA asesina al Comandante de la Policía Armada Joaquín Imaz Martínez

El 26 de noviembre de 1977 la banda terrorista ETA cometía su primer asesinato en Navarra. Miembros de la banda disparaban por la espalda al comandante Joaquín Imaz Martínez, jefe de la Policía Armada en Pamplona, cuando se dirigía a coger su automóvil aparcado cerca del coso taurino de la capital navarra. El cuerpo sin vida de Joaquín Imaz fue encontrado tendido al pie de un árbol y cubierto por una manta en los aparcamientos contiguos a la plaza de toros.

El comandante de la Policía Armada, Joaquín Imaz Martínez, recibió cuatro disparos de pistola en la espalda, otro en el corazón y dos tiros de gracia en la cabeza. La munición empleada fue de tipo Parabellum FN y se encontraron también cartuchos de escopeta de caza sin disparar.

Comandante Joaquín Imaz

E! atentado se produjo, exactamente, a las diez y veinte de la noche del sábado 26, en los aparcamientos de la plaza de toros. A esa hora, el comandante imaz, jefe de la 64. Bandera móvil de la Policía Armada con sede en Pamplona, se dirigía hacia su vehículo, un R-1O, matrícula NA-58.436 aparcado a pocos metros de donde cayó muerto. En ese momento hicieron aparición dos jóvenes, de unos 25 años, provistos de pistolas, uno de ellos de 1,65 metros de estatura, delgado, y otro un poco más alto. Cuando le tuvieron a una distancia mínima, le hicieron varios disparos que acabaron instantáneamente con su vida.

Los jóvenes huyeron en un coche marca Simca-1 .200, blanco, matrícula SS-5.996-D, robado en Tolosa, que tenían aparcado en las inmediaciones del lugar, en dirección a la calle Olite.

El comandante Imaz cayó con las llaves de su coche en la mano y en un charco de sangre quedó recostado contra un vehículo Renault-5., blanco, que presentaba también dos impactos de bala en la parte delantera. 

Iniciadas las primeras investigaciones policiales, a primera hora de la madrugada se encontró el vehículo utilizado en la huida por los autores del atentado en la calle Sancho el Fuerte. 

El comandante Imaz realizaba prácticamente todos los días el mismo recorrido y nunca quiso ser acompañado ni recibir protección. Acudía casi a diario a una tertulia del casino Eslava, de la plaza del Castillo y, posteriormente, se dirigía a su residencia en el coche que tenía aparcado habitualmente en el mismo estacionamiento donde cayó asesinado. La víctima había recibido varias amenazas de muerte a las que no dio mucha importancia. En la última, pocos días antes de su asesinato, le decían que le quedaban pocas horas de vida. Pese a ello, se negó a llevar escolta porque no quería poner en peligro la vida de otras personas.

Al día siguiente en la parroquia de San Francisco Javier de Pamplona tuvo lugar el funeral por el alma del comandante Imaz Martínez, al que asistieron el director general de Seguridad, Mariano Nicolás; el General inspector-jefe de la Policía Armada, general Timón de Lara; el general de la Guardia Civil, Juan Atares Peña; el General subinspector de la Policía Armada, general Tomé Marín, y otras autoridades civiles y militares.

Cuerpo sin vida tras el atentado del Comandante Imaz

Más cuatro mil personas siguieron la ceremonia religiosa desde dentro y fuera del templo. Desde antes de las diez, dos compañías de la Policía Armada y una de la Guardia Civil formaron a la puerta de la iglesia y, poco después de las once, llegó el féretro del comandante lmaz, envuelto en la bandera española, desde la capilla ardiente instalada en el cuartel de la Policía Armada, llevado a hombros por compañeros de la víctima. Vehículos de la fuerza pública llevaban numerosas coronas de flores.

La Misa fue oficiada por el capitán castrense, con el que concelebraron otros diez sacerdotes. El celebrante dirigió una homilía en la que condenó el crimen y señaló que el oficio de policía es más una vocación que una profesión. Pidió a los miembros de la policía que no se dejen engañar “por las fuerzas ocultas que nos separan de Dios”.

Terminada la misa se impuso al comandante asesinado, a título póstumo, la medalla de oro al Mérito Policial, la cruz de primera clase al Mérito Militar y la cruz con distintivo rojo de la Guardia Civil. Tras los funerales por su alma, la tensión saltó a las calles de la ciudad produciéndose graves incidentes. El féretro con los restos mortales del comandante Imaz fue sacado del templo a hombros de policías armados e inspectores del Cuerpo General de Policía, entre aplausos del público asistente que comenzó a dar vivas al Ejército, la Policía, España y Navarra, entonándose a continuación el himno de la Policía Armada.

Tras introducirlo en un furgón fúnebre, se formó la comitiva, compuesta por todas las autoridades de Navarra y unos doscientos policías armados de paisano. Nada más terminar el entierro, una persona gritó preguntando dónde estaba el ministro de Interior, Rodolfo Martín Villa, y afirmando que los asesinos no eran sólo los de ETA, sino que también eran culpables Manuel de Irujo, senador de Navarra por el PNV, y el lehendakari Leizaola.

Mientras tanto, unas dos mil quinientas personas, que habían asistido al funeral en la Iglesia de San Francisco, a las que se fue sumando más y más gente, se manifestaron durante dos horas por las calles céntricas de Pamplona gritando "Navarra sí, Euskadi no", "Irujo, Leizaola, Navarra es española", "Menos amnistía, más policía", "ETA asesina", "Suárez dimite, España no te admite". 

Desde la iglesia, los manifestantes se dirigieron al Gobierno Civil, interrumpiendo el tráfico durante el recorrido. A continuación, fueron al Palacio de la Diputación foral, donde pidieron que se colocaran las banderas de Navarra y España a media asta en los mástiles, que se encontraban vacíos. Cuando un empleado salió al balcón con las banderas, aparecieron tres diputados forales, uno de los cuales saludó brazo en alto a los manifestantes que comenzaron a gritar "Marco, Marco, Marco", en referencia a Amadeo Marco, vicepresidente de la Diputación. Desde el Palacio Foral, los manifestantes se dirigieron a la plaza del Castillo, en donde se encontraban las sedes del PNV, PSOE y Alianza Foral de Navarra. El edificio del PNV, que tenía izadas la ikurriña y la bandera de Navarra, fue escenario de gritos de los manifestantes contra Euskadi, Manuel de Irujo y el lehendakari Leizaola. Varias personas intentaron forzar la puerta de entrada del edificio, sin conseguirlo. En la plaza del Ayuntamiento, los manifestantes, corearon la frase:”El ‘pueblo espera que pongan la bandera”. Algunos ‘manifestantes treparon hasta el balcón del Ayuntamiento y colocaron las banderas de España y de Navarra en dicho lugar.

Entierro del Comandante Imaz

Poco después fueron colocadas en los mástiles del Ayuntamiento, de forma oficial, las banderas de España, de Navarra y de Pamplona, que quedaron a media asta. Seguidamente, instantes después de las dos de la tarde, se disolvió la manifestación.

La banda terrorista ETA reivindicó el asesinato del comandante Imaz en un comunicado a la delegación de Cifra en Bilbao en el que justificaba el mismo en los siguientes términos: "Hemos ejecutado al comandante Imaz Martínez por su calidad de máximo responsable de las fuerzas represivas de la Policía Armada en Navarra y por el destacado protagonismo que este miembro ha desarrollado, durante los últimos años, en su fanática labor represiva contra el movimiento obrero y popular vasco. Muestra de ello es la participación responsable y asesina que el señor Imaz y las fuerzas a su servicio han tenido en el acontecimiento de Montejurra, así como su brillante comportamiento en impedir la celebración del Aberri Eguna y el desenlace de la marcha de la libertad en Iruña".

Joaquín Imaz Martínez tenía 50 años. Natural de Pamplona, estaba casado y tenía una hija de 7 años. En 1946 ingresó en la Academia Militar, siendo destinado al Sáhara, donde prestó servicio con el grado de teniente. Con el mismo grado desempeñó funciones en la Policía Armada en Santa Cruz de Tenerife y, a continuación, como ayudante del comandante de Bilbao. Tras ascender a capitán, se reincorporó al Ejército y fue destinado a Cataluña y, después, a Pamplona. Con el grado de comandante, volvió a la Policía Armada y fue destinado a San Sebastián durante un año. De ahí se trasladó de nuevo a su ciudad natal para hacerse cargo del mando de la 64ª Bandera de la Policía Armada.

Carlos Fernández Barallobre.

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