martes, 24 de abril de 2018

Barcelona 1921. El primer coche-bomba


El Comisario Principal y maestro de Policías, Antonio Viqueira Hinojosa, del que tuvimos el honor de ser alumnos en la vieja Escuela General de Policía de la madrileña calle de Miguel Angel, refiere, en su interesantísima obra "Historia y anecdotario de la Policía Española 1833-1931", un suceso acaecido en Barcelona, en abril de 1921, que creemos no debería pasar inadvertido al ahondar en la historia policial de España, se trata del primer coche-bomba usado en nuestra Patria para la comisión de un atentado terrorista, aunque finalmente resultó, afortunadamente, frustrado. 

El hecho se remonta a la mañana del domingo 24 de abril de 1921. En aquella jornada Barcelona se vistió de fiesta y se echó entera a las calles para asistir al solemne acto de entrega de las nuevas Banderas al Somatén de la ciudad Condal. 

Carro para transportar artefactos explosivos de Barcelona en 1919 (Nuevo Mundo)

La Institución del Somatén se remonta a 1068, creada para la defensa del Principado de Cataluña, sin embargo se cree que su primera organización de debe al Rey D. Alfonso I el Batallador, quien durante su reinado (1104-1134) integró en ella a todos los vecinos con capacidad de hacer uso de las armas. 

El Somatén prestó importantes servicios en la lucha contra al bandolerismo, la criminalidad, la piratería e incluso los hugonotes, entre los siglo XII y XV. Tras la finalización de la Guerra de Sucesión y el triunfo de los Borbones, en 1713, queda disuelto volviendo a restaurarse en 1794 con ocasión de la Guerra contra la Convención (1793-1795) para apoyar al Ejército de Operaciones al mando del General Ricardos. 

Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) tiene un destacada actuación, combatiendo en Barcelona, Tarragona y Rosas y de manera muy especial en el memorable triunfo contra el Ejército francés en la acción del Bruch, el 6 de junio de 1808, siendo este el primer traspiés del invasor galo en tierras hispanas. 

Este Cuerpo, convertido en auxiliar de los dedicados a la protección del orden público, se reorganizó nuevamente en 1855, siendo disuelto por la I República y restaurado durante la III Guerra Carlista. 

En 1909 prestó valiosos servicios colaborando en la detención del anarquista Ferrer Guardia, cómplice en el atentado frustrado contra el Rey D. Alfonso XIII, cometido por Mateo Morral, el día de la boda real, en mayo de 1906. 

El Cuerpo, tras ser disuelto por el Gobierno Provisional de la II República, volvió a activarse en 1934, tras el triunfo de la derecha en las elecciones de noviembre de 1933, siendo disuelto con la llegada del Frente Popular y restablecido con motivo de la guerra civil hasta 1939 en que vuelve a disolverse. El Régimen del General Franco lo reactiva en 1945 con la denominación de "Somatén Armado" y así permanece hasta 1978 en que es definitivamente abolido. 

Esta Institución, tan arraigada en el sentimiento de los buenos catalanes, en cuya escarapela, hecha con los colores nacionales, figuraba la leyenda "Cuerpo Somatén de España", celebraba en aquella jornada de abril de 1921 el solemne acto de entrega de las Banderas a los Somatenes de los distintos Distritos de Barcelona. 

Ya en la tarde del día anterior se habían vivido en la ciudad condal instantes de gran emoción popular con la llegada por vía férrea de la gloriosa Bandera del Santo Cristo de Igualada, la que enarbolaron los héroes del Bruch en la acción de 1808, que fue recibida en el apeadero de Gracia donde fuerzas de la guarnición barcelonesa le rindieron honores de Capitán General de Marcha Real y arma presentada. La Bandera del Bruch se inclinó respetuosamente ante la Enseña Nacional que formaba con la fuerza, colocándose seguidamente a su izquierda para iniciar el desfile por el Paseo de Gracia, plaza de Cataluña, Ramblas y plaza de la Paz. La gran multitud que jalonaba el recorrido no cejó en aplausos y vivas a España al paso de las Banderas. 

La Bandera entró en el Cuartel de Atarazanas donde fuerzas del 4º Regimiento de Zapadores-Minadores le rindieron los honores de ordenanza, quedando alojada en la Sala de Banderas del mencionado Cuerpo. 

Si en la tarde del día 23 fueron miles los barceloneses que se echaron a las calles, la mañana del domingo 24, fecha central de la celebración, la cifra se vio multiplicada. Desde las ocho de la mañana comenzaron a llegar a los distintos puntos de concentración los Somatenes de todos los Distritos de la ciudad, ocupando la Diagonal donde estaba previsto celebrar el acto de entrega de las nuevas Banderas. 

Poco después de las diez de la mañana llegaron a la presidencia el Gobernador Civil, Martínez Anido, y el Jefe Superior de Policía, General Arleguí, junto a otras Autoridades. Posteriormente hizo acto de presencia el Capitán General de Cataluña quien revistó a todos los Somatenes debidamente formados. 

Tras la celebración de la Santa Misa se verificó la entrega de las Banderas a los Somatenes de ocho de los diez Distritos de Barcelona, siendo apadrinadas por damas y caballeros de la sociedad barcelonesa. Finalmente se verificó el desfile de todos los Somatenes armados que en número de 35.000, con setenta y cinco Banderas, pasaron ante las Autoridades a lo largo de dos horas. 

El acto, de alto contenido patriótico en el que se sucedieron de forma constante los vivas a España, constituyó todo un éxito tanto de organización como de participación, contando con el concurso de efectivos de los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad que activaron un dispositivo extraordinario en previsión de cualquier tipo de incidentes. 

Pese a la masiva concentración de público tan solo se registró un altercado que protagonizó un individuo, de unos treinta años, que se abrió pasó entre el gentío para acercarse al altar donde se estaban bendiciendo las Enseñas; en ese instante fue interceptado por un Policía momento en que el individuo extrajo una pistola e hizo un disparo al aire. La rápida actuación policial evitó, con su detención, que el autor del hecho fuese linchado y el incidente pasó prácticamente inadvertido para la mayoría de los concentrados. 

Sin embargo, otro hecho acaecido aquella mañana pudo teñir de sangre la jornada, causando a buen seguro un importante número de muertos y heridos. 

Alrededor de las diez de la mañana de aquel día se presentaron en la parada de coches de alquiler de la plaza de Cataluña tres individuos que, tras examinar detenidamente los vehículos allí estacionados, se decidieron por alquilar el matriculado con el número 856-B del que era su chófer Miguel Roca Carreras, un joven de 25 años de edad, casado, natural de Figueras (Gerona) y empleado de Pedro Miquel Nicolau, propietario del automóvil. 

Una vez los tres individuos dentro del coche, dos de ellos en los asientos traseros y el tercero en el asiento de al lado del conductor, puso rumbo a San Feliú de Llobregat, siguiendo las instrucciones de los ocupantes. 

Al llegar a la carretera de Sarriá, atendiendo la orden de los viajeros, el chófer detuvo el automóvil para recoger a una pareja, un hombre y una mujer elegantemente vestidos, y así con los cinco pasajeros se dirigieron a un estanco situado a la entrada de San Feliú donde mandaron detener el vehículo, descendiendo uno de los individuos con la excusa de comprar una caja de cerillas. 

Una vez el individuo ocupó nuevamente el coche dieron la orden al conductor de regresar a Barcelona y al llegar a la carretera de Sarriá, de nuevo mandaron detener el vehículo y en ese instante, el individuo sentado al lado del conductor, extrajo un revolver e hizo fuego contra él, cayendo fuera del coche y quedando tendido en la calzada tras haber recibido sendos disparos en la cabeza y en el maxilar izquierdo. 

Sin duda creyendo muerto al chófer, el automóvil con sus ocupantes continuó viaje a Barcelona, sabiendo posteriormente, por gestiones realizadas, que en la zona de Pedralbes se apeó la pareja que había sido recogida en Sarriá. 

Según se pudo establecer, el coche se dirigió por la avenida Diagonal en dirección al Paseo de Gracia, si bien no pudo acceder a esta zona por hallarse cortada al tráfico con motivo de la concentración de los Somatenes; lo mismo sucedió, tras rodear el barrio de Gracia, internándose por la Rambla de Cataluña hasta desembocar en la calle Aragón, comprobando que tampoco por allí podrían acceder al Paseo de Gracia, objetivo de su criminal atentado. 

Ante esta coyuntura desfavorable optaron por abandonar el automóvil no sin antes dejar un artefacto en el motor en condiciones de hacerlo explotar, borrando así toda huella del atentado que pensaban perpetrar. Sin embargo, los empleados de un garaje próximo al percatarse de que el coche comenzaba a arder y creyendo que se trataba de un incendio fortuito procedieron a sofocarlo, momento en el que observaron en su interior un objeto que les pareció sospechoso motivo por el que dieron inmediata cuenta a la Comisaría del Distrito de Universidad que remitió con prontitud a varios Inspectores y Agentes al lugar del hecho quienes, tras asegurar la zona, procedieron a realizar una inspección ocular en el interior del coche abandonado. 

Dentro del vehículo localizaron un mortero de bronce de paredes muy gruesas, lleno de una sustancia inflamable y cubierto por una tapa sujeta con pernos que debido a su deficiente sistema de cierre permitió la salida de gases lo que en última instancia evitó la explosión del artefacto. 

El plan previsto para la comisión del atentado consistía en que una vez en el paseo de Gracia, pondrían el vehículo en marcha, con un dispositivo de activación en su interior, y tras abandonarlo se proyectaría con su mortífera carga sobre la zona ocupada por las Autoridades que asistían al acto de entrega de las Banderas a los Somatenes, causando, a buen seguro, gran cantidad de víctimas dada la masiva afluencia de público. 

Los actuantes procedieron a recoger el artefacto ordenando su traslado en el carro blindado al Campo de la Bota para realizar su análisis por parte de personal del Parque de Artillería y ulterior destrucción controlada. 

Igualmente, Miguel Roca, conductor del vehículo, fue recogido en estado grave y trasladado al Hospital Clínico, pese a lo cual pudo ser interrogado facilitando la descripción de los cinco individuos y manifestando que mientras él estuvo conduciendo el coche no observó, en su interior, la presencia de objeto sospechoso alguno. 

A partir de ese momento, efectivos del Cuerpo de Vigilancia de Barcelona, a las órdenes del Comisario Pineda, iniciaron las gestiones para aclarar el suceso relatado. Fruto de estas gestiones y merced a diferentes averiguaciones se descubrió la existencia de un vasto entramado anarquista que tenía planeado la realización de una cadena de atentados con explosivos en la ciudad condal y otras de Cataluña. 

Otro hecho vinculado con el referido, y con el que pronto se estableció una relación directa, sucedió el 2 de mayo de ese mismo año en la ciudad condal. Aquel día, en el piso 4º del inmueble nº 10 de calle Toledo, se produjo una gran deflagración, que derribó tabiques, puertas y la techumbre del inmueble, causando graves desperfectos en toda la casa y provocando la muerte de dos individuos y de una mujer y heridas, de diferente consideración, a otros varios. 

Personada la Policía en el lugar de los hechos y realizada la correspondiente inspección técnico policial, se localizaron una serie de sustancias, tales como dinamita, ácidos y alcanfor, así como fórmulas para la elaboración de bombas y otros objetos propios para la fabricación de artefactos explosivos, al igual que propaganda clandestina del sindicato anarquista. Todo ello hizo sospechar a los actuantes que se encontraban en lugar donde los terroristas elaboraban sus mortíferos artificios. 

De igual modo se procedió a la identificación de los heridos, conducidos a centros asistenciales, de cuyos antecedentes se dedujo que uno de ellos, Miguel Tonijuán Amorós, de 19 años, había sido ya condenado en Consejo de Guerra por amenazas y lesiones y Juan Abante fuera detenido en mayo anterior por coacciones con ocasión de una huelga. 

Las investigaciones permitieron establecer que uno de los cabecillas de esta organización terrorista era un tal Vicente Sales Ortiz, de 73 años, quien había logrado huir herido tras la explosión habida en la calle Toledo y se había dirigido a curarse al Hospital Clínico, donde quedó ingresado y fue detenido al igual que Juan Bautista Acher, herido también en la explosión. 

En este centro asistencial, Vicente Sales, conoció a un enfermero, también sindicalista, con el que pronto entabló una estrecha relación, sirviéndole no solo como fuente de información y enlace con los demás anarco-terroristas hospitalizados en dicho hospital tras la explosión, sino también como correo con su célula. 

Identificado y detenido el enfermero y comprobada su relación con Vicente Sales se le persuadió de la necesidad de colaborar para la detención de la célula anarquista, aceptando a prestarla. Se dispuso entonces que un Agente del Cuerpo de Vigilancia de la Comisaría de Universidad se hiciese pasar por compañero del precitado enfermero con el fin de introducirse en el grupo terrorista, objetivo que finalmente consiguió tras ser presentado a Sales quien le sirvió de aval. 

Por su parte, el día 9, se procedió a la detención de otro de los directamente implicados en estos hechos, Juan Elías Saturnino alias “el diente de oro”, de 23 años, quien también logró huir tras la explosión de la calle Toledo, y junto a él se detuvo a Angela Abante, de 34 años y a Saturnino Capdevila, implicados en el mismo hecho. 

Merced al conocimiento al que llegó el Agente infiltrado se pudo determinar que a las diez y media de la noche del jueves, día 12 de mayo, la célula iba a reunirse en una taberna de la calle del Olmo de Barcelona con el fin de ultimar los detalles para llevar a cabo la comisión de una cadena de atentados en las fechas siguientes, así como para dar la orden de asesinar, cuando saliera del hospital, al chófer del vehículo usado para portar la bomba con la que se planeó cometer el atentado el día 24 de abril, Miguel Roca, único testigo que podría identificar a los ocupantes del coche que conducía en aquella jornada. Esta misión se le asignó al Agente infiltrado quien, para no delatarse ni levantar sospechas, aceptó el encargo. 

Consecuencia de este conocimiento, a las diez y cuarto, fuerzas del Cuerpo de Seguridad al mando de un Capitán y efectivos de Vigilancia a las órdenes del Comisario Pineda y del Inspector Pinent, rodearon la calle prohibiendo la entrada y salida de toda persona. Al creer que todos los sindicalistas se encontraban reunidos se dio la orden de registrar la taberna, así como varios domicilios de la citada calle, procediendo a la detención de numerosos individuos que fueron conducidos a la Delegación de Atarazanas. Sin embargo, tal vez por la premura de los actuantes, el servicio se vio frustrado ya que alertados los anarquistas que se hallaban en el interior de la taberna, lograron huir algunos de ellos, incluido el Agente infiltrado. 

Por noticias posteriores se pudo saber que el error estuvo en la decisión del Comisario Pineda de emplear personal del Somatén como apoyo a este servicio que al adelantar su presencia en el lugar y mostrarse de forma demasiado ostensible, provocó que la operación no pudiera concluirse con un completo éxito. Este incidente sirvió para que se la abriese una información al citado Comisario Pineda. 

Pese a todo, las informaciones a las que se había tenido acceso permitieron, en la madrugada del 15 de mayo, lograr la detención de otro peligroso individuo, miembro de la célula e implicado directamente, junto con Juan Elías Saturnino, en el atentado frustrado del que estamos haciendo referencia, quien una vez identificado resultó ser Fernando Sánchez Raja, alias "Negret de Gracia" quien viajaba en el automóvil alquilado en la mañana del día 24. 

El citado "Negret de Gracia" fue interrogado por el Juez Instructor de cuya declaración se obtuvieron valiosas informaciones para el total esclarecimiento de estos hechos y la detención del resto de la célula. 

Otro hecho directamente relacionado con esta red anarquista descubierta en Barcelona, acaeció a las dos de la madrugada del día 16 de mayo. Hallándose de servicio de patrulla por la zona de Pueblo Seco, concretamente en la calle Palaudarias, un Sargento y dos Guardias de Seguridad dieron el alto, con el fin de identificarlos, a un grupo de individuos que les infundió sospechas; lejos de acceder a lo solicitado, los desconocidos hicieron fuego con sus armas automáticas contra los actuantes, viéndose estos en la necesidad de repeler la agresión, alcanzado a dos de los individuos que resultaron muertos. 

Tras ser recogidos fueron identificados como Miguel Beltrán Molina, de 20 años, y José Palau Requera, de 22, miembros ambos de esta banda terrorista e implicados en diferentes atentados con artefactos explosivos habidos en la capital catalana. 

Durante los días siguientes se sucedieron las detenciones de los miembros de esta banda anarquista, comenzando por todos los implicados en la explosión de la calle Toledo. 

El día 19 de julio se llevó a cabo otro brillante servicio policial que permitió la detención de otra de las implicadas en estos sucesos, Rosario Segarra Traver, quien había huido tras la explosión de la calle Toledo, ayudada por su amante, Juan Elías Saturnino, hallándose en paradero desconocido. La declaración prestada por Rosario resultó muy esclarecedora a la hora de conocer la génesis del hecho. 

En primer lugar identificó a los cuatro individuos que la acompañaban en el coche aquella mañana. Junto a ella viajaban Juan Bautista Acher Peiró, alias “el poeta”; Fernando Sánchez Raja, alias “el Negret de Gracia”; Juan Elías Saturnino, alias “el diente de oro” y Vicente Pérez Vichet, alias “el mula”. Igualmente señaló que el plan inicial implicaba el uso de un vehículo del que disponían, pero por una avería se vieron en la necesidad de alquilar el automóvil en la plaza de Cataluña; también reconoció a “el poeta” como el autor material de los disparos sobre el chófer Miguel Roca. 

Tras la práctica de innumerables detenciones que desarticuló a esta banda de malhechores, los directamente intervinientes en los sucesos del día 24 de abril, Juan Bautista Acher Peiró; Juan Elías Saturnino; Fernando Sánchez Raja y Vicente Pérez Vichet, procesado en rebeldía por hallarse fugado, además de la citada Rosario Segarra, fueron acusados formalmente de la comisión de los delitos de asesinato frustrado y atentado 

Igualmente se estableció que Pedro Vandellós, muerto el 27 de junio por la Guardia Civil al intentar fugarse cuando era conducido a la Comisaría del Distrito Norte, había sido también autor material del hecho, en algún grado de participación. 

Iniciada la vista oral el 29 de abril de 1922, el Fiscal solicitó para ellos las siguientes penas: para Juan Bautista Acher, 12 años y un día de cadena temporal por un delito de asesinato frustrado y cadena perpetua por otro de atentado; misma pena que solicita para Sánchez Raja; para Juan Elías, seis años y un día de presidio mayor por un delito de asesinato frustrado y cadena perpetua por otro de atentando y para Rosario Segarra, seis años y un día de prisión mayor por el primer delito y reclusión perpetua por el segundo. 

Finalmente, el 18 de octubre de 1924, tras los recursos correspondientes, el Tribunal Supremo confirmó la sentencia condenando a «El Poeta» a doce años y un día de cadena temporal por el asesinato frustrado y a la pena de muerte por el atentado por medio de explosivos; a Juan Elias, a seis años y un día de presidio mayor como cómplice del asesinato frustrado y a cadena perpetua por la colocación de la bomba; a Fernando Sánchez, como cómplice de la colocación de la bomba a doce años y un día de cadena temporal y se absuelve a Rosario Segarra. Además a «El Poeta» y a Juan Elias, se les condena a indemnizar con 6.000 pesetas a Pedro Nicolau, dueño del automóvil. En virtud de un indulto se conmutó por cadena perpetua la pena de muerte impuesta a Juan Bautista Acher Pairó. 

Afortunadamente, sin duda gracias al dispositivo policial activado por los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad, aquel atentado se vio frustrado quedando para los anales de la historia de la Policía española como el primero de su clase que quiso perpetrarse en nuestra Nación. 

Bibliografía: 

Historia y anecdotario de la Policía Española 1833-1931. Antonio Viqueira Hinojosa 
Hemeroteca Nacional (varios archivos) 
Hemeroteca de la Prensa Histórica (varios archivos) 
Hemeroteca de La Vanguardia 
Hemeroteca de ABC 
Otras fuentes 

José Eugenio Fernández Barallobre, 
(Artículo publicado en la Revista "Policía")

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